viernes, 1 de julio de 2011

Lenguaje, ¿machista o feminista?

Vivimos en una sociedad machista, pero machista en todos los aspectos. Desde los más grandes hasta los más chicos. Es una sociedad machistas, es decir de machos, en las oficinas, en las plazas, en los taxis o remises si es en provincia, en las escuelas y en las murgas barriales. En todos lado se vive así. Pero también es una sociedad machista cuando se habla de hablar, o mejor dicho en el lenguaje que aplicamos día a día, semana a semana, mes a mes y quién sabe hasta cuando.
Hoy vamos a abordar el análisis acerca del machismo obsesivo en la sociedad llevado a cabo por Soledad Espartarienzo, donde propone empezar el cambio desde la peor de las aberraciones del habla, las malas palabras, o puteadas como prefieran decirlo.


La concha de tu madre:
Muy despectiva y sobre todo sabiendo que va dirigida hacia una madre. ¿Por qué una madre? ¿Por qué no un padre? Las madres, además de mujeres, son las que te traen al mundo, las que sufren en el quirófano, las que se abren, literalmente, al mundo. Por qué en lugar de decir “la concha de tu madre” decimos “la pija de tu padre”. La misma reafirma la condición de macho cabrío, y hasta es muy probable que le caiga bien a la comunidad masculina. Pero para ejercitarlo vamos a poner un ejemplo para ver cómo suena.
Estamos en la popular del estadio del Club Atlético Platense, y un cocacolero lento se posa frente nuestro, impidiéndonos ver el corner. Ante esto, nos paramos (o no) y le decimos efusivamente: “Cocacolero de mierda, la pija de tu padre. Correte que no me dejás ver el corner”. Suena bien! hasta lo vamos a dejar pensando en la frase.


Hijo de puta:
Tan despectiva como la anterior, tiene una vuelta más, una lectura un poco más malévola. Estamos diciendo que cualquier hombre es primogénito de una prostituta. Sólo un hombre pudo haber pensado en esta concepción equívoca. ¿Qué tal si decimos “hija de puto”? Tiene más sentido, porque en sí los hombres son reprimidos, y al decir “puto” estamos revalidando esa condición. Veamos un ejemplo claro de esto. Estamos en medio de un embotellamiento, cuarenta grados bajo el sol, te transpira hasta el orto, y las gotas que caen por la espalda van hacia el culo. De repente la mina de atrás no para de tocarte bocinazos. Primero mirás por el retrovisor, después bajás del auto y con las tetas transpiradas por el sofocante calor le gritás: “pará hija de puto, andá a tocarle el pito al puto de tu papá”. Espectacular! Duro como piña de mono.

Puta:
El famoso pseudónimo que se usa para describir a una mujer que sólo quiere divertirse, tal y como lo decía Cindy Lauper, pero claro el hombre piensa que si te gusta andar jugueteando con la cotorra sos una rápidona, una meretriz o una puta. ¿Y si fuese al revés? ¿Por qué no decimos a quienes andan zambullendo su pajarito, “puto”? ¿cómo se sentirían si a cada uno de ellos le andamos diciendo por las calles así? Veámoslo.
Estás andando en bicicleta y justo pasás por un telo donde un auto de color rojo con vidrios polarizados está ingresando de manera presurosa. De repente notás que se baja el vidrio y él asoma la cabeza muy sigilosamente para que nadie lo note. Al lado descubrís a una mujer que, evidentemente, no es su pareja. Dejás la bicicleta, te acercás y con el mayor de los orgullos femeninos como levantando una bandera, le decís: “sos un puto, ¿no pensás en tu mujer?”.

Así damos fin a este análisis acerca del machismo en el lenguaje. Espero que lo hayan disfrutado pijudos de mierda.



Con esto damos por finalizado el análisis de Soledad Espartarienzo. Interesante tema, aplicable o no, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que después de leer esto, se puede ir todos a la concha de sus madres, o a la pija de sus padres si lo prefieren.